Ya empiezan las canciones que nos entran en el ambiente navideño.
Mientras tanto
las letras de las canciones hablan de “felicidades en los días alegres de las
navidades”, de los aguinaldos parar todos, de las familias cercanas y lejanas y
el enaltecimiento del amor.
Pero sobretodo
se convierten estas épocas en un recurso balsámico acompañado de ritmos
pegajosos sentimentales y listos para ser acompañados, en esa extraña melancolía,
con un poco de licor.
La cuesta de enero ya se espera de antemano para quienes reciben mínimos ingresos, lo más parecido a un salario; para quienes la cuesta económica es la misma en noviembre que en diciembre o enero, porque no tengan trabajo, porque su sueldo, si lo tienen, es ridículo, o también porque su sueldo va a rastras con respecto a sus deudas interminables contraídas hace años, un resultado del capitalismo moderno (secreto a voces).
En los
barrios más pobres prefiero no observar lo que se nota desde el balcón; y no
analizar, no considerar, las situaciones de los niños, hombres, mujeres y
viejos que, precisamente en estas épocas, pareciera que acrecientan sus
necesidades y sus deseos. Muchos no pueden siquiera encubrir sus tristezas bajo
la camiseta raída.
Ahora hablaré
de la felicidad verdadera, solo unas palabras: los niños la cargan. Los niños enaltecen
la felicidad sin ser consientes, no les importa su descendencia familiar, su
invalidez, su enfermedad terminal, un crudo futuro, sus viejas ropas o sus
juguetes reciclados. Van vestidos de felicidad y les alcanza para hacer felices
a los demás. Mientras tanto los adultos la perdemos de vista incluso cuando la tenemos
a montones, e incluso frente a los niños.
Pero no nos
confundamos, la felicidad no vive de la nada, aunque los niños no cobren. Mucho
cuidado, la felicidad no son dos tragos de una navidad y un sufrimiento el
resto, hay que vogar por ella toda la vida, hay que asociarse y luchar contra
la falta de seriedad ante la felicidad.
Abandona la
rabia pasajera, cuida a los niños con el alma e invítate a vivir.
Ales Gutiérres
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