“No son dueños de sus voces, sus canciones les llevan por ese cielo que injustamente les pertenece, pues regentan carácter de dioses y hasta de ángeles. Injustamente para ellos mismos, acosados por el mundo terrenal en el que buscamos rincones del corazón llenos de una dulzura extrema llamada, en este caso, Soul. Amy se va y se lleva su voz, injustamente para nosotros. Degradada a más no poder, hasta la emisión de su última bella nota musical, su imagen escandalosa y mundana más su definitivo poder sonoro.
Amy Jade Winehouse se lleva todo ese lleno espiritual, apasionado y rítmico, de sus bellas interpretaciones, deja el, por supuesto, gran vacío espiritual, sin embargo. Ella, la drogadicta, diosa de un bello sonido de nunca acabar, merecedora de un reino que nunca podría disfrutar”
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