Enamorarse. Enloquecer al deseo y a la voluntad, poner de reves el mundo (patas arriba), torcer la curva del color transgrediendo tonalidades, crear arco iris sin importar la temporada, renacer.
Sin embargo alli subyace el peligro, en ese renacer y su común modo, en eso que es un bello amanecer y nos olvidamos que hay un final de jornada, con frios y sombras, frios inesperados y sombras insospechadas.
Enamorarse pone de facto la belleza del sentido, en todas sus escalas; le pone sobre la meza, en la palma de la mano, en las mismas "ies" del "te quiero" y "haches" del te amo; tendido el terso mantelito de la piel y las secuelas inmemoriables del sudor. Y no requiere espacios para cohabitar, cohabita con la emosión mas egoista; es el disfrute un egoista desquiciado, plácido estamento, primer frente de ataque en el querer.
Sin embargo enamorarse llega como un tren rodando sobre el asfalto, fabricando en medio de la noche llovida sus propias vias, pitando con su vapor desenfrenado y su campanilla de siempre en una estación aún sin construir...
Ales Gutierres