15 de febrero de 2010

Duelo por mi hermano, 12 de febrero de 2010

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El que se muere se salva y el desconsolado, el que queda a su lado, transita, va de una banda para otra; abandona toda piel y todo sentir posible. Por el que se va se vive otra etapa, la de la paciencia inevitable, la de la ternura insaciable; casi no se vive, se deambula sin sentido, sin acoso, sin destino, como decir ciegos por un camino que está roto; intentando tomar bocanadas de aire en el espacio sideral, dispersos sin cuerpo, sin remedio. Después que el otro falta retomamos el alma que horas antes como pérfidos terratenientes perdimos. Por fortuna el tiempo como feroz yodo termina por dibujar sinuosas cicatrices, pero mientras tanto, mientras tanto, nos cazamos con un dolor sofisticado.
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