En el medio y al borde del abismo listo para saltar de manera contundente o para darle la espalda, alejarme y volver a comenzar, de manera contundente. En el medio de la nada, lleno de tristeza, una tristeza que viene y se va, recurrente y arenosa como los vientos del Médano. Cuanto más solo más deseos; pleno de territorio por explorar, en una instancia más lenta que la quietud misma, veo la vida pasar en mi irreductible ancho silencio. Siempre quiero más, habiendo tenido mucho, siempre deseo; y quizá de lo que me deben operar es de eso, del ansia, del proyecto.
II
Ahí vamos caminantes incesantes fabricando cada día hilos blancos, a veces de a dos. Ahí vamos caminando con nuestros sentimientos desperdigados, los que nos buscamos, esos sentimientos que descargamos en lugares distintos a nuestro cuerpo, como sucursales inauguradas sin un porqué y sin presupuesto propio.
Qué poco tardamos en empezar a pensar, incluso nos saltamos el paso y empezamos a sentir.
Qué poco tardamos, desde que nacimos, para empezar a ir por los caminos con tantos sentimientos colgando, como collares de tripas anudados. Y saltamos cada mañana de la cama para cumplir con el deber de transportar nuestra irreverente humanidad convulsa e hiper creadora de deseos llanos, por ahí, vestidos de uno y de otro, unos días más otros días menos brillantes. Unos días más felices otros menos, arrastrando con nuestros intestinos sin agradecer al firme soporte de los huesos que nos han permitido transportar toneladas y toneladas de sesos.
Otro se me acerca, no me pide dinero, solo me pide... me exige, que le aguante sus intestinos por un momento.
Ales Gutiérres
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