1 de julio de 2013

Yo también soy inventor



¿Quién no ha tenido esos momentos de rabia que piensas, por qué no fui yo?

¿Qué se sentiría inventar la bombilla y luego ver como todo el mundo la usaba, no parar de recibir pedidos e interminables ingresos económicos?

Algo recuerdo de mis pretensiones de chico: Yo quería ser “sabio” y otras veces quería ser “inventor” Hoy miro hacia todos lados cuando voy en el autobús y pienso ¿y ahora qué más se podría inventar?
Ya todo está hecho, parece. Como mucho se pueden inventar otras cosas basadas en unas ya inventadas: una bombilla de menor consumo, un automóvil ecológico o una nueva forma de hacer música. Incluso reinventarse a si mismo mira cuanto cuesta.

Déjenme decirles amigos que “no todo está inventado” Las nuevas invenciones se ciernen a diferentes escalas. La misma evolución del universo permitirá en un futuro invenciones que ahora mismo no es posible dilucidar porque no concentran ninguna lógica. Por ejemplo la moda de andar en la cabeza, que yo denominaría  “heading”.

Ok, pero antes que se desconcentren pensando en donde tengo yo mi cabeza y en algún tipo de locura, sépase que, efectivamente, aun grandes cosas se pueden inventar.

Un ejemplo reciente se llama Facebook, invención de un tal Mark Zuckerberg, una tarde de verano cuando apenas pensaba que hacer con su carrera a punto de culminar.

Los inventos chapalean sobre tres fases principales, la imaginación, la implementación y la implantación. Y cada cual se ahoga o sobresale en uno de los tres, pues rara vez se es genio en el trío.

Muchos grandes  inventos no han llegado a condensarse por diferentes motivos, como la falta de disciplina, de estructuración, de emprendimiento, de financiación o de sostenibilidad. Los versados hablan de una escala de desarrollo: Idea, exploración, descubrimiento, consolidación, crecimiento y sustentabilidad.

Otros, incluso, han visto fructificar sus ideas en manos de otro. Yo soy uno de estos constantes desafortunados.

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