6 de mayo de 2012

Crónicas hacia el sur


Ya estuve en el sur, pero viajando desde el mismo sur, en una cruda y recursiva ruta artística con un grupo de danzas desde Colombia, pasando por Ecuador y llegando casi a la frontera Chileno-peruana. Fue en el 98. Fermina Daza tenia10 años.     

Ahora voy desde el norte…

De Quebec a Bogotá

PARTE I

El síndrome de “cabeza gacha”

En el mundo de las sensaciones estamos cayendo, o entrando, en una estancia de la cual ya no saldremos, por su carácter progresivo. Sensaciones programadas o con impacto programado. Sensaciones electrónicas. Sensaciones que tienen mucho que dar todavía y lo darán, mostrando un impacto verdadero en el mundo real. Gran cantidad de relaciones humanas empiezan a surgir a partir de un contacto electrónico distante, demostrando que la cercanía entre los seres humanos primero es subjetiva y espiritual.
Demostrando también que no precisamente por estar frente a frente una pareja o un grupo de personas vayan a mostrar una legal y transparente cercanía (o lo que le llaman una química). 
Estuve el año pasado en un congreso de Social Media Marketing en Barcelona, y empecé a denotar el fenómeno; un nuevo gesto empieza a influir en lo social y en lo estético entre las personas, el de la cabeza gacha.
En este momento cruzo en autobús las extensas planicies arboladas en algún lugar de la carretera de Québec a Montreal. El autobús posee conexión Wifi, por tanto este post podría ser subido de manera inmediata al blog. Y entonces por momentos miro por la ventana las esplendidas vistas de fin de invierno, o comienzos de la limpia y fresca primavera. En el autobús, algunos juegan o navegan en las aplicaciones de su teléfono, otros leen en sus e-reader, usan sus portátiles o sus tablets, unos pocos duermen, casi nadie mira el paisaje. Pienso nuevamente en el congreso de Marketing de Barcelona en donde casi nadie miraba a los ponentes, por más graciosos o interesantes que fueran ellos o sus temáticas. Pero claro, precisamente el auditorio se trataba de una serie de entes activos en el medio tratado, mundo online y redes, tales como community managers, publicistas, periodistas, agentes de marketing online, CEO´s, SEO´s, SMM y demás bestias, entonces… ¡Como no habrían de estar “conectados”!
Todos los ponentes del congreso se exponían, entonces, a una crítica directa e inmediata a través de twitter. Por eso estos también llevaban al estrado sus tabletas y smartphone. Si, ahí teníamos a unos conferencistas sudorosos deslumbrados por las luces contracara que por fortuna no le dejaban detallar a un público de “cabeza gacha” ocupado en sus portátiles, iphone, tablets y demás artilugios, con twitter, sobretodo. La risa de todos surgió, precisamente, a raíz de una “subrepticia comunicación”, un tuit indiscreto, que hiciera público un lanzado ponente, ocasionando la distensión “comunicativa” y logrando que los asistentes por lo menos nos miráramos a la cara entre si, con una sonrisa. “La ponencia es aburrida” se vio pasar por el hashtag #CONGRESOSMM.

Parte II

Ahora me encuentro extasiado en el paisaje pre fronterizo de USA, esperando la Wifi gringa del tren. Enormes nubes adornan la claridad del día y pienso en lo bello de los parajes, en lo bello de muchas cosas más que otorga un paisaje “no electrónico”.

Tren a New York: 10 horas de bosques solitarios y 10 minutos en la esquina más concurrida del mundo.

Estados Unidos transcurre ante mis ojos como un inmenso valle, divisado desde mi perspectiva o proveniencia canadiense. Pantanos y lagos interminables, patos y más patos y algunos dingos, ah, también un halcón que sobrevoló imponente el lago más ancho; casas de madera siempre desperdigadas en el paisaje y amplísimos espacios. Una cómoda gestión de inmigración en el vagón de la cafetería. “Pareces un artista famoso” me dijo el police rubio de 2 metros y 85 kilos, hubo risas. Después, no pude dormir ni un minuto, el tren plateado con tripulantes gringos por momentos parecía que iba sobre los pedruscos y no por los rectos rieles. Me cansé de ver los cúmulo-nimbos, siempre los mismos con leves deformaciones. Me cansé de ver los interminables pantanos intentando descubrir un caimán entre los árboles rotos y la maleza, me cansé de esperar la señal de la Wifi que aparecía remotamente por espacios de 15 minutos antes de que cerraran la cafetería y ya no hubiera remedio. Me cansé de esperar a Manhattan, hasta que apareció en forma de un oscuro túnel de 20 minutos. De Penn Station a la parada de metro arrastrando las maletas miles de imágenes pasaban por mis ojos mientras mi mente intentaba concentrarse en el idioma y mis más próximas actividades: tomar la línea de metro adecuada, cómo pagar el ticket, que palabras usaré de mi escaso inglés ¿cambiaré dólares americanos o no hará falta? De repente un grito llama mi atención y veo a un hombre con mi cartera en la mano, la había dejado sobre la ventanilla del expendedor de tickets. Mi alma realizó un viaje ultraligero, inmediato y veloz a no se que lugar.
Muchas otras imágenes iban distrayéndome, lugares de escenas de películas, personajes, indigentes, borrachos, la gruesa pintura de las paredes y los techos de las estaciones cayéndose a pedazos, letreros en inglés y en español dentro del vagón, una rubia en pantalones cortos con saco de lana y botas tejanas, un hombre con la corbata del revés, otro hombre muy elegantemente vestido, una señora con la misma cara que su madre y un niño pequeño hablando en español puertorriqueño. Aproveché: ¿Qué horas tiene?

Me bajo en la parada de la 155 Street y las maletas me pesan más que al principio, subiendo las escaleras para salir del metro, no hay ascensores, desemboco por fin a una calle de New York. Si me dicen que no estoy allí me lo creo. Bajo por las calles oscuras de la noche neoyorquina de barrio, feliz pero con cierto temor de la calle, cerca de la avenida Broadway. Mi amiga socióloga me recibe en su apartamento económico en medio de una de las zonas más caras de la ciudad más multicultural y concurrida del planeta. Resulta que conoce a Marco Tulio Aguilera, me sorprendo. También me comenta de las importantes obras de arte del museo a dos calles de allí.

A las 9:30 tomo el tren aéreo al aeropuerto JFK para ir en dirección de Orlando, mi parada en medio del camino a Colombia. 1 hora y media de requisas a mis maletas porque detectaron alguna sustancia, pierdo el vuelo de Orlando-Bogotá y “me emputo en inglés” (¿ve que si sabia inglés?). Al final disculpas de parte de otro police (de descendencia latina) y me ponen en contacto para recuperar el vuelo siguiente. Después veo que en el maletín de mi portátil llevaba unas pastillas de ibuprofeno que nunca vieron los muy retardados agentes, a pesar de toda la tecnología usada en ese momento, eficaz eso si para sacarme de casillas.
Mas tarde dos bonitas impresiones, la salida aérea de Manhattan observando de lejos los dos cúmulos de rascacielos de la abrumadora New York y el paisaje lacustre a la llegada a Orlando.
Busco la Wifi del aeropuerto para ver los correos, las redes sociales y realizar 2 artículos en mi portátil y en menos de 70 minutos abordamos el Jetblue en dirección de Bogotá. Llegar a mi país, perder la cercanía al francés, mi hijo y otras inquietudes ocupaban mi mente.                              
    
Bogotá, que inmensa Bogotá. Cinco días entre circunspecciones amistosas, el rodaje de un cortometraje, una Tormenta y muchas horas de trasmilenio gastaron mi estancia antes de tomar rumbo de mi Cali caliente.
De nuevo veo las nubes irremediablemente, hay tiempo y horas de autobús, los cúmulo-nimbos ahora son mas dispersos y definitivamente grises, es el clima de la meseta. Pronto mis ojos empezarán a deslumbrarse con el paisaje montañoso fenomenal e increíble de las cordilleras colombianas. Después que veo el letrero de La Mesa me sumo en el sueño.     

A todas estas, a los profesionales del campo cibernético, alabado sea el networking.  

-Viajar es la sensación más parecida a volar-

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