Un caballo altivo y elegante, muy blanco, trota libre en los alrededores de la gran casa.
Una dama, un caballero, un jardín, un sendero.
El caballo salta y vaga feliz entre los arbustos, va moviendo su clara melena, adorna el paisaje, la casa, a la dama y al caballero.
No envejece este potro en su juvenil blancor ni en su destreza el aire.
No lleva riendas, silla ni aparejo alguno, su función es galopar y ser bello.
Algunos días su blanca aura, en mi inmensa fortuna, me lleva hasta Laura y los alimentos que ella me ofrece.
Ojalá algún día, la dama, el caballero o la casa, le pongan de nombre Pegaso.
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