15 de noviembre de 2013

Desde un rincón del bar

MIRAR (el vibratto)

Sentí un vibratto en el rincón del bar, ilusión y recelo al mismo tiempo: La ilusión, libre como el viento vuela por mis retinas, se queda colgada del momento, volantina y desmedida, simple o acorazada… depende; el recelo como su lacayo, rémora dentuda que le persigue y le ruñe, radical. Quien quiso tener cuerpo le sufre, quien quiso pervivir le sufre, sin esperanzas de salir de tal encierro.
No quise encontrarme en aquel rincón ahora no tan sereno, atribularme con ninguna visión, color ni resplandor y de repente me llega un vibratto al corazón, y este me deja la piel seca, sacudida y atribulada, mirando inerte hacia un irrevertible horizonte X, sin percibir otra cosa que mi propio rubor y escalofrío, mientras se procrean un par de ojos en el fondo de un silencio mortal de 8 metros hacia la puerta de entrada.

EL SILENCIO

Se plantó frente al sol y le extrajo toda la luz necesaria para el mundo, que pudiera entrar por las ventanas. Se resarció mi ánimo en una poesía que ya existía, prescrita, sobre la imagen de una tarde inesperada. El silencio fue lanzado como una fotografía por encima de altos arces y blancas montañas que se iban difuminando con un recuerdo anticipado: “Que irá a ser de mi cuando la olvide: LE QUIERO”. Mi silencio se deslizaba simple y vano entre su mirada oblicua, unos rayos que no podría soportar ni un instante de manera directa. El silencio, aunque se disfrazaba de realidad, no era realmente un suceso, como si un canal hacia el naufragio, si acaso un espacio para alguna existencia efímera, polvo de piel, que llegó a ser un camino de muerte cuando solo imaginé en hablarle.

LA DECIDIA

… el término más excesivo de mi estancia; no podía revelarme, hablar era inviable, pero comerla era indiscutiblemente necesario y urgente: me alimentaba como “hace todos los años de la vida” lo hice, en el vientre de mi madre; de una única y misma vertiente de amor. Enlazado a la vida por un solo camino que, si en cualquier momento trasfiriera veneno, inevitablemente lo bebería.
Insulso ser, incauto e insensato. ¡Por qué no me mira! No existes, me respondí. Careces de átomos frente a sus ojos. No te atrevas, hazla invisible, es inalcanzable.
¡¿Por qué?! Se mueve en mi soledad silenciada por la sobriedad de un exceso de amor lejano –el amor cercano no existe- Ella lanza colores haciendo sentir al mundo que lo que me rodea es cierto, pero la inverosimilitud transita en mi.                              

ELLA

De edad tiene un segundo, de tamaño una molécula, la cadena principal de ADN de toda una generación de terrícolas, tres caracteres en cubo que congelan mi frialdad lineal. Todo y nada se encuentran en la misma punta de mi bolígrafo, quizá, pero caben en la palabra “ELLA”; existe como una línea de notas bajas que se deslizan en mi silencio y me llegan a modo de vibración.

Blanquísima piel de invierno sobre sus venas, tiernísimo cutis de melocotón albino, enormes avisos publicitarios son sus sonrisas y mi milimétrica observación de sus gestos; su sonido certero y apabullante de concierto sinfónico múltiple, el absoluto cegador brillo de sus retinas sobre el azul de sus ojos… el que fue robado al sol desde el principio, cuando este entraba plácido y natural por las ventanas.

QUEJAS

…que no cabrán en un libro a escribir en 100 años. Mi insulso libro-historia-insensatez-deseo-queja se pasa de pretencioso, si espera ser leído. Un libro que no contiene las normas para ser publicado; posee la excesiva redundancia de la palabra QUEJA, en cientos de tonos, en varias conjugaciones, usando sinónimos e insinuaciones. Mi queja trata del “¿por qué no salgo por esa puerta en donde ella y yo nos vamos a tropezar, sin que arda en el umbral de sus rayos, que abstraigo desde el rincón del bar?” Más allá mi queja suplica ¿por qué no la encuentro en otro sitio dimensional, pidiéndome a ruegos que le mire, que sea su sol, su vibratto; que le vista, que le dé de comer, que sea su cordón umbilical, su manual del deseo, su madre, su banco, su luna nueva y la menguante, su enfermero, su profesor de francés… y al final SU AMANTE?.

EL CAMARERO


… me lo encontré a la salida del baño y me dijo: “¿que no te has visto como eres de feo?”       
   

No hay comentarios: