MIRAR (el vibratto)
Sentí un vibratto en el rincón del bar, ilusión y recelo
al mismo tiempo: La ilusión, libre como el viento vuela por mis retinas, se
queda colgada del momento, volantina y desmedida, simple o acorazada… depende;
el recelo como su lacayo, rémora dentuda que le persigue y le ruñe, radical.
Quien quiso tener cuerpo le sufre, quien quiso pervivir le sufre, sin
esperanzas de salir de tal encierro.
No quise encontrarme en aquel rincón ahora no tan sereno, atribularme con ninguna visión, color ni resplandor y de repente me llega un vibratto al corazón, y este me deja la piel seca, sacudida y atribulada, mirando inerte hacia un irrevertible horizonte X, sin percibir otra cosa que mi propio rubor y escalofrío, mientras se procrean un par de ojos en el fondo de un silencio mortal de 8 metros hacia la puerta de entrada.
No quise encontrarme en aquel rincón ahora no tan sereno, atribularme con ninguna visión, color ni resplandor y de repente me llega un vibratto al corazón, y este me deja la piel seca, sacudida y atribulada, mirando inerte hacia un irrevertible horizonte X, sin percibir otra cosa que mi propio rubor y escalofrío, mientras se procrean un par de ojos en el fondo de un silencio mortal de 8 metros hacia la puerta de entrada.
EL SILENCIO
Se plantó frente
al sol y le extrajo toda la luz necesaria para el mundo, que pudiera entrar por
las ventanas. Se resarció mi ánimo en una poesía que ya existía, prescrita,
sobre la imagen de una tarde inesperada. El silencio fue lanzado como una
fotografía por encima de altos arces y blancas montañas que se iban difuminando
con un recuerdo anticipado: “Que irá a ser de mi cuando la olvide: LE QUIERO”.
Mi silencio se deslizaba simple y vano entre su mirada oblicua, unos rayos que
no podría soportar ni un instante de manera directa. El silencio, aunque se
disfrazaba de realidad, no era realmente un suceso, como si un canal hacia el
naufragio, si acaso un espacio para alguna existencia efímera, polvo de piel,
que llegó a ser un camino de muerte cuando solo imaginé en hablarle.
LA DECIDIA
… el término más
excesivo de mi estancia; no podía revelarme, hablar era inviable, pero comerla
era indiscutiblemente necesario y urgente: me alimentaba como “hace todos los
años de la vida” lo hice, en el vientre de mi madre; de una única y misma
vertiente de amor. Enlazado a la vida por un solo camino que, si en cualquier
momento trasfiriera veneno, inevitablemente lo bebería.
Insulso ser,
incauto e insensato. ¡Por qué no me mira! No existes, me respondí. Careces de
átomos frente a sus ojos. No te atrevas, hazla
invisible, es inalcanzable.
¡¿Por qué?! Se
mueve en mi soledad silenciada por la sobriedad de un exceso de amor lejano –el
amor cercano no existe- Ella lanza colores haciendo sentir al mundo que lo que
me rodea es cierto, pero la inverosimilitud transita en mi.
ELLA
De edad tiene un
segundo, de tamaño una molécula, la cadena principal de ADN de toda una
generación de terrícolas, tres caracteres en cubo que congelan mi frialdad
lineal. Todo y nada se encuentran en la misma punta de mi bolígrafo, quizá,
pero caben en la palabra “ELLA”; existe como una línea de notas bajas que se
deslizan en mi silencio y me llegan a modo de vibración.
Blanquísima piel
de invierno sobre sus venas, tiernísimo cutis de melocotón albino, enormes
avisos publicitarios son sus sonrisas y mi milimétrica observación de sus
gestos; su sonido certero y apabullante de concierto sinfónico múltiple, el
absoluto cegador brillo de sus retinas sobre el azul de sus ojos… el que fue
robado al sol desde el principio, cuando este entraba plácido y natural por las
ventanas.
QUEJAS
…que no cabrán
en un libro a escribir en 100 años. Mi insulso
libro-historia-insensatez-deseo-queja se pasa de pretencioso, si espera ser leído. Un
libro que no contiene las normas para ser publicado; posee la excesiva
redundancia de la palabra QUEJA, en cientos de tonos, en varias conjugaciones, usando
sinónimos e insinuaciones. Mi queja trata del “¿por qué no salgo por esa puerta
en donde ella y yo nos vamos a tropezar, sin que arda en el umbral de sus
rayos, que abstraigo desde el rincón del bar?” Más allá mi queja suplica ¿por
qué no la encuentro en otro sitio dimensional, pidiéndome a ruegos que le mire,
que sea su sol, su vibratto; que le
vista, que le dé de comer, que sea su cordón umbilical, su manual del deseo, su
madre, su banco, su luna nueva y la menguante, su enfermero, su profesor de
francés… y al final SU AMANTE?.
EL CAMARERO
… me lo encontré
a la salida del baño y me dijo: “¿que no te has visto como eres de feo?”
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