Tomé su mano, me miraba. ¿Tienes un rotulador? Pregunté. Abrió un cajón y me lo entregó. Seguía sentada mientras daba un sorbo a su copa de Bailys.
Le escribí tres palabras en la palma de la mano: “querer es comer”
Ella me miró buscando una traducción, pero no insistió.
Ambos tomamos repetidas veces copitas de crema de whisky mientras yo escribía, una tarde tranquila, sin sol en la calle.
Su blusita de verano me permitió decirle, date la vuelta; tiré su cabellera hacia adelante. “el respaldo del sentido no es la verdad, es la ceguera” Ella sintió por unos segundos resbalarse el rotulador sobre su espalda ¿Qué dice?
Tomé su mano nuevamente, junté su palma con la mía, nos besamos, luego continué en su antebrazo con otra nota: “nos vemos en el centro…” ¿por qué los puntos? No respondí; ni siquiera le miré a la cara, tenía muchas cosas que decir en su piel…
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