Como un girasol multitemporada renace a la entrada o a la salida, al comienzo o al final… o en la misma mitad, la intemporal colilla de cigarrillo. Como una abrasadora y tierna compañía, como un infinitesimal consuelo, emerge a cada instante y lógicamente sin pensarlo una colilla en tan desolado, rígido e incondicional terreno.
Es curioso, lisiada eterna pierde los humos y en halitosas bocas se consuela en medio del recuerdo de gravitacionales conversaciones etéreas pero inmensas de parlamento.
Tirada se queda, mientras resuelven al viento, soluciones mundanas, jóvenes y viejos.
Es curioso, al bote de basura no va porque se le tiene prohibido. Restringidos tiene sus ámbitos y sus estancias. Acompañada la colilla perdería su esencia, y acongojada nunca se queda pues para estar sola fue fabricada, tal cual fueron cultivados para el amor los hermosos girasoles del vivero. Por eso es una muerte que tiene sentido. Además le acogen los mejores suelos ibéricos, quienes soportan genes y entes, coloquiales amigos, compañeros, nada tensos en el momento inhalado, momento que se fumó y se ha esfumado.
Criterio de tontos exime al pitillo blando polivalente espiritual de sus logros. Protagonista impagado que yace lelo, olvidado ipso facto de humaredas, clavado en los anchos valles donde efímero le cosecha el español en su fructífero pavimento.
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