29 de diciembre de 2009

Fragmento de SIN PELOS EN LA LENGUA, amigos



Publicado en Bubok.es,  la edición corregida de SIN PELOS EN LA LENGUA 2.0, Son 7 relatos cortos para su disfrute. Saludos.
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...Si. ¡Y tu Sam! (le reconoció) Tiempo sin verte. Desde aquella vez.

-Si, así es. Desde el día que hablamos tanto sobre tantas cosas.

-Y que tal, como estas (inició ella)

-Muy bien. Y mejor después de verte

-Bueno. Tú como siempre caballeroso.

-¡Hombre, eso es por tu culpa! (le aclaró)

-¿Cómo así? (miró amablemente extrañada)

-Pues por eso; porque no puedo tratarte de otra manera. Una morenaza como tú. Bien, y ¿como sigue la tienda?

-Muy bien. Echando pa´lante.

-No he vuelto a pasar
por ahí. Siempre voy corriendo y cojo esta calle de atrás (señaló el)

-Tu te lo pierdes (bromeó con picardía)

-Eso es verdad

El camarero se había acercado e hicieron el pedido. El único camarero del Bar, inmediatamente después estaba allí otra vez con una coca cola, una cerveza y dos vasos. Sam bebió un sorbo de la cerveza que había vertido en el alargado vaso y Luci tomó un poco de su refresco. Mientras tanto se miraban sin ninguna expresión en la cara. Luci se había puesto al frente de la pequeñísima meza, de medio lado y con las piernas cruzadas. El murmullo de las escasas voces llenaba el Bar mientras el camarero no paraba de secar vasos con el mismo trapo mientras, cegato, levantaba la mirada al partido de fútbol que se transmitía por la Televisión. Sam echó un rápido vistazo a la
sandalia de Luci y comentó expresivo:

-¡Veo que aún tienes el anillito!

-¡Ah, sí! (Sonrió mirándose mientras doblaba el empeine. Llevaba un anillo en el dedo anular del pie derecho, de plata grabada; que también había sido tema en la extensa conversación anterior del cliente con la tendera.)

-No se usan mucho, por eso. A mi sí que me gustan. Y a ti ya te lo dije,
que te queda bien; como tienes un pie pequeño… (Argumentó)

-¿Tan pequeño no, no? (Corrigió ella)

-Quiero decir, que son bonitos los dedos así pequeñitos. (Volvía a mirar y tocó brevemente el anillo con el dedo índice, con delicadez y respeto.)

-¿Te parece?

-Si, si (Repuso convencido)

-Pero es que soy muy alta para mis pies. Me gustaría que no fueran tan redondos, y más larguitos los dedos tal vez.

-Que va. Así son muy bonitos (Dijo repitiendo disimuladamente el toque). ¿Puedo verlo? (Ella asintió con una sonrisa dibujada en su cara mientras el, agachándose, la miraba también. Ella dejó caer la sandalia. El abrazó con el pulgar y el índice el anillo y le dio media vuelta para sacarlo.

-¿Es plata alemana? (Preguntó sin importancia. Ella arrugó la cara en signo de desconocimiento)

-Se lo compré a unos Hippie´s, muy barato.

Sam manoseo sin razones profesionales el anillo como alargándole el tiempo en su poder. Luego sin permiso y muy suavemente lo introdujo con pequeños giros hasta el fondo y dejó un leve toque en los nudillos después. Se puso recto en la silla, le regaló una sonrisa y por último dejó caer una mirada sumisa sobre el pie descubierto.

-Tu tienes los pies muy grandes (Bromeó ella)

- Pues sí, demasiado

-Pero también eres alto. No importa.

Sam bebió nuevamente de su vaso alargado y dejó escapar algunas gotas en la camisa. Se avergonzó. Cogió una servilleta, secó un poco la botonera, la meza y se echó para atrás relajado cruzando la pierna.

-¿A las mujeres no les da frío en los pies?

Ella respondió negativamente con la cabeza y la boca en “morros” una pregunta que los dos sabían era tonta.

-Es que con esas sandalias tan descubiertas, ya ves.

-¿Y tu trabajo como va? (Contrapuso ella)

-Bien. Pero estoy muy cansado. A ver cuando me dan unas vacaciones.

-¡Ah! ¿Tienes ya las vacaciones?

-¡No! Quiero decir, que, a ver si me llegan rápido. Todavía me falta mucho.

Su zapato negro puntudo casi rozaba el pie de ella sin ser consciente. Luego ella empezó a menear su pie rozándole el zapato hasta que el lo percibía. Luci esgrimía en movimiento sus bellos dedos rollizos y blancos, custodiados por el anillo de plata y empezaba cada vez más a rozar el lustrado zapato y los tobillos de Sam. Aunque el intentaba evitar el silencio con cualquier tema, definitivamente aquello estaba en un segundo plano. Luci empezó a tocar el empeine sobre el calcetín muy suavemente con la punta de su dedo pulgar, mientras él veía más claro en sus ojos la complicidad.

-Que ricos dedos, además. (Miró con delicia, haciendo más notable con su pie el contacto)

-Y tu que suaves calcetines llevas hoy. (Le dijo sensualmente)

-¿Te lo parece? Son "punto blanco”

Se rió con una mini carcajada pues la verdad era que no recordaba la marca. Luego aflojó la silla y se acercó un poco más. Ella dejó ir una mirada a su alrededor conservando la sonrisa. Sam estiró las manos y levemente flexionado acariciaba sus dedos nuevamente. A ella le gustaba.

-¿Te agrada?

-¡Mucho! Son mi punto débil. –Aseguró

-¡Uf! (Exclamó. Sam siguió acariciándola en silencio, realizando un masaje al interior de los dedos y por debajo)

-Que rico. (Murmuraba Luci)

-¿Y el sábado no abres? (Intentaba rodear con otro tema un silencio sumergido en lo erótico)

-No.

-Descansas (Quiso afirmar por ella)

-No. (Contrapuso) Tengo cosas que hacer en mi casa.

-Entonces el domingo descansarás.

-Si. Bueno. Un poquito.

Mientras tanto Sam comenzaba a explorar con ambas manos y vista su talón y tobillos; y le pidió sin hablar, que le dejara el otro pie. Luci sin poner ninguna negativa descruzó las piernas y soltó la otra zapatilla para poner a disposición de Sam el blanco y delicado pie. Con parpadeos cansados dejaba notar de su placer a Sam y este se motivaba en cada redondel, curva, opresión o textura que denotaba en la piel y músculos. Se acercó más y cogió sus dos manos, ella ahora estaba inclinada descansando con sus codos sobre los muslos.

-A ver. Estos deditos (Decía tiernamente.) A ver que tenemos aquí. Tres, cuatro anillitos. Qué bonito.

Aseveró relajado, mientras palpaba dulcemente los anillos, el interior de los dedos y la palma de la mano. Sam atavía la mano derecha de Luci y le acaricia por encima dando luego un par de leves giros con el dedo en el centro de su palma. Ella abrió los ojos indicando con un contacto
visual insospechadas sensaciones.

-Como eres. (Dijo ella. Sam seguía en las caricias conservando el hilo de su tacto placentero)

-¿Te gustan mis caricias?

-Mucho. (Respondió y siguió relajada recibiendo las caricias) Lo haces muy bien.

-Bueno; es muy fácil con esta piel tan suavecita. Tus manos son como tus pies, redonditas, carnuditas. ¿No te pintas las uñas nunca? (Decía como tema de relleno).

-Si. Me pongo laca. ¿No ves?

-Ah, si. Es verdad. Casi no se nota.

Luci tenía su mirada aparcada en la cara de su profesional acariciador mientras su cuerpo permanecía relajado.

-Tú también tienes unas manos bonitas. -
Luci cambió y tomó las manos de él empezando a detallarlas y a sobarlas por encima. -Dicen que los hombres que tienen las manos grandes también lo tienen grande (Se rió con una carcajada. El solamente sonrió un poco pues le sorprendió el comentario)

-No lo sé. (Respondió sin recursos)

-Son unas manos fuertes, grandes. (Ambos miraban sus manos entrelazadas) ¡Te comes las uñas!
-Si. Un poquito.

Sam retomó sus caricias en Luci. Yacía enternecida allí, en medio de la penumbra del Bar. Su falda vaporosa reposaba sobre las piernas sin alcanzar a tapar las rodillas y en medio un profundo negro. También un par de collares se interponían después de cruzar su pecho, cosa que la mirada de Sam ya controlaba. Sam balbuceó una pregunta tonta mientras con un dedo por mano y rodilla daba pequeños rodeos al borde de la falda.

-¿Y esto?

-¿Hm? Una falda (Respondió básica.)

Luego las manos de ella descansaban cruzadas mientras el ágil prestidigitador se lanzaba con el interior de rodillas y piernas. Luci, inmovilizada, se lo permitía entrecerrando los ojos. Ahora percibía una leve música saliendo de algún lugar de la barra. Sam cogió su barbilla de ella y
la acercó, dando un pequeño toque de labios en la boca baldía. Ella asentía insomne.

-¡Hm! Que boca más rica (Le susurró.) Ella hizo un pequeño gesto de aceptación, pero Sam aun no pensaba besarle profundamente. Un momento mágico debía alargarse así como un placer mágico debía aumentarse. Cogió su cara con las dos manos y...

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